En un grupo tan heterogéneo es posible encontrar todo tipo de personalidades. Sin embargo, del diálogo con los padres surge la pasión por la lectura como común denominador, así como cierta dificultad para socializar, características propias de la imagen universal del tragalibros.

“Es muy tímida. No quería venir, pero le hace falta esto, relacionarse más”, revela Isabel, madre de Mariana Jatip. “No quiso ir a Bariloche, y cuando el año pasado le dieron la bandera, la rechazó porque no quería aparecer. Es muy disciplinada y lee muchísimo”, asegura.

Algo parecido sucede con María Fernanda Velmonte, según cuenta su madre, que también se llama Isabel. “También le cuesta relacionarse más allá de su grupo. Lo que le encanta es leer, incluso en inglés. Ella quiere ser profesora y viajar a Londres”, comparte.

Del intercambio entre padres surge también el anhelo general de los chicos de intentar una experiencia en el exterior. Lucila, madre de Milagro Rivadeneira, cuenta que por ese motivo su hija está estudiando alemán: “quiere ir a ayudar a gente que lo necesita como parte de Médicos sin Fronteras, y para eso te exigen manejar tres idiomas”.

A contrario de lo que podría pensarse, la mayoría no obliga a sus hijos a quemarse las pestañas estudiando. “Trato de que ella sienta que estoy con ella siempre”, asegura Carmen, madre de Natalí Villagra Siniscalco.

“A mis hijos varones hay que perseguirlos más, pero ella es aplicada como era yo, je”, agrega Isabel sobre María Fernanda.

“Mientras los límites sean claros, hay que dejar que las cosas las hagan solos”, completa Norma, madre de Aldana Córdoba.